miércoles, 23 de junio de 2010

Antipatías

En la escuela hay distintas clases de alumnos. Una es la de los simpáticos, pura amabilidad y agradecimiento al espacio-escolar-como-ámbito-de-libertad. Reconozcamos: cuando el halago es permanente y desmedido, la frase se fosiliza y se convierte en zalamería; pero no importa, los profes (embelesados) aceptamos la artimaña. Pertenecen a esta clase quienes pertenecen: forman parte de la escuela y, en tanto buenos alumnos, son adoptados por la mayoría de los docentes. 
En el otro extremo están los cachivaches, esa manga de colgados que pasean de pabellón en pabellón, y van y vienen de la escuela, de la cárcel, de la vida dejando aulas, tareas, hijos, cuatrimestres sin cerrar y nunca se sabe a ciencia cierta en qué momento caen de nuevo a la escuela a pedir tarea, certificado, punto o asistencia. Ellos (mal que nos pese) no pertenecen. Casi nadie retiene sus nombres y, cuando algún profe lo hace, es como un fastidio o una lejanía.
En el medio, más cerca o más lejos de unos y otros, hay unos cuantos inclasificables. 
Federico vino siempre a la escuela y, aunque no se lo reconozca como uno de los "fundadores", está desde un comienzo. Cuando dejó de hacerlo (porque lo habían trasladado a otro pabellón), renegó con las boletas, con los guardias, con los docentes y con los celadores para poder seguir estudiando. No se cansó, insistentemente denunciaba: "No me llega la boleta". Pero nunca con una sonrisa. Federico no pertenece a la clase de "los simpáticos", en absoluto. En el aula casi no habla y, si lo hace, expresa enojo, tristeza, desolación. Con su silencio transmite incredulidad, con cada mueca demuestra su escepticismo. No mira con resignación sino más bien con la certeza que trae la injusticia. La semana pasada contó en medio de una sinceridad que todavía me asombra cómo fue que había caído la primera vez.  
 
-Usted vive en Mataderos, ¿no? Yo caí por ahí.
-¿Y qué andabas haciendo por mi barrio?
-Un supermercado.
-¡¿Un supermercado?!- me asombré... es que en la cárcel los relatos de los delitos son tan grandilocuentes que la revelación de un lugar conocido, cotidiano me resultaba de una sencillez inusitada. 
-La cosa fue así. Sabíamos de una Juncadela, ¿y qué? Yo no le afano a los pobres ni a los jubilados. Y además no caí ahí sino después, cuando bardeamos y no pudimos cambiar el auto. La comisaría de Mataderos es la 42, ¿no? Dios mío, son los peores. Cómo me pegaron ahí. Desnudo, en el piso, y me seguían pegando... Encima, al rato vinieron las minas (de las policías estoy hablando) y también me verdugueaban, me pegaban. ¿Se imagina eso? ¿Sabe qué humillante fue ese momento para mí? En cambio ahora, cuando caí la otra vez y por algo más groso, no me pegaron ni nada, pero esa vez me dieron con todo.

No era común que Federico pronunciara semejante monólogo. El antipático se despachaba, de golpe, con una pila de palabras y apoyaba su historia sobre la mesa. 
-¿Cuántos años tenías?
-17.
-Eras menor.
-Sí-, sostenía la afirmación con un lento movimiento de cabeza. Así lo había conocido yo: palabras sueltas, frases entrecortadas.  
-Y además, si ya te tenían preso...
-... no tenían por qué pegarme. ¿Eso iba a decir, no?
-Exacto. 
-Pero les gusta, profe-, hablaba tranquilo, pausado, no sonreía. Cada palabra, un golpe.  
-¿Y cómo se hace, Federico, para después...?- y ahí quedé, porque no me animaba a completar la pregunta.  
-No se hace, profe. Qué quiere que le diga... Se odia nomás.

Esperar

Leímos “Los estatutos del hombre”, de Thiago de Melo.
-Eso lo tacho-, dijo Hamlet, haciendo referencia al artículo que hablaba sobre la confianza.
Entonces hablaron del lugar, de cuánto podían confiar y cuánto no. Hamlet de los que no confían, Octavio (tanta candidez al hablar) de los que a veces sí, Cruz dijo:
-A algunos acá los conozco de afuera, yo sé si puedo confiar o no.
Y dijo algo, casi a modo de confesión:
-En la calle yo salía a robar y no se lo daba ni a mi vieja ni a mi hermana ni a nadie. Se lo daba todo a la madre de un amigo, Susana. Tomá, le decía, y tun, se lo dejaba a ella.
Mueve los brazos al hablar, como si quisiera clavar cada palabra que dice. Clavar dónde, en mi cabeza..., en el aire, en el tiempo...
Tiene 23 años y una voz a veces áspera, con la cadencia del que está borracho o drogado. 23 años y no sabe cuándo sale... “en septiembre tengo juicio, el 20 y el 22, salgo en 3 meses o me quedo un rato largo” … el 20 o el 22: ¡qué primavera!, pensé. ¿Por qué no el 21?, pensé. ¿Celebran los jueces el día del estudiante? ¿No quieren empañarle al preso un día tan socialmente alegre? El 20 o el 22, falta tanto, tantas cosas pueden pasar, pero él se sabe perfectamente la fecha, pensé. Este tiempo, este presente de cárcel, es un tiempo muerto, un quedar a la espera de. “¿Quién me mandó a ir caminando por esa calle ese día?”, se preguntó de golpe Cruz, el de 23. El tiempo va y viene, del día en que cayó al día del juicio. Todo lo del medio: la cárcel, la escuela, las clases de Lengua, la profesora de Biología, los apuntes de Contabilidad, el jefe de Módulo, la comida... todo lo demás está en el medio y valen solamente en tanto “pasan”, acontecen o hacen pasar el tiempo.

lunes, 7 de junio de 2010

7 de junio

“Volcó un camión del Servicio Penitenciario y colapsó la Perito Moreno” dice el titular.
12 presos que eran trasladados.
Mantenga distancia.
10 minutos de noticias hablando del caos en el tránsito
una imagen de un penitenciario con un cuello ortopédico
ninguna imagen de un preso.
Sí los mencionan. De ellos dicen:
por causas que se desconocen, volcó.
Atención: el Same informa dieciséis traslados, 14 de ellos al Piñero y 2 al Santojanni.
Dieciséis heridos. Ninguno de gravedad. Pero todos todos golpeados... por este vuelco.
Colapso de la autopista. Colapso literal. Congestión. Recomiendan desviar hacia otra autopista. Regreso muy muy complicado para aquellos que quieran salir hacia zona Oeste.
6 ambulancias del Same y 2 de Prefectura.
Obviamente importantísimo operativo de seguridad debido a los traslados, perdón detenidos, que llevaba el camión. Había que evitar que ante la confusión alguno se diera a la fuga.
Para recomendar: evitar la Perito Moreno.
Las causas del accidente todavía no se conocen.
El estado de las personas. 16 personas. En principio no hay heridos de gravedad.
Detenidos que fueron trasladados para tratar las heridas
evitar fuga y cualquier inconveniente.
Mucha policía y agentes del ser
tal congestión, colapso.
Las alternativas se reducen.
El parabrisas no existe del vehículo.
Tuvieron suerte de no salir más lastimados.

domingo, 6 de junio de 2010