martes, 24 de mayo de 2011

Liliputienses

   Íbamos saliendo algunos profes cuando en mitad del pasillo los penitenciarios nos corrieron bruscamente a un costado porque venían 4 o 5 internos llevando dentro de una manta a un compañero.
-No se asusten -nos tranquilizaba un guardia-, no hay sangre, así que no se corta el tránsito.
   La profe que estaba a mi lado y yo quedamos mudas; supongo que antes que decir cualquier boludez, mejor cerrar al boca. Pero igual todos nos preguntábamos qué tendría el que iba en la manta. Hacía un esfuerzo por pensar pero me costaba horrores: cuando algo rompe la rutina en ese lugar, casi nunca son buenas las noticias.
- Debe haber sufrido una lipotimia-, ensayó un compañero.
   La palabra "lipotimia" me sonó a "liliputiense" y, pronunciada ahí adentro, parecía tan ajena como un insulto o un invento. 
(¿Por una lipotimia dejan a los presos transitar pasillos a las corridas, cargando a un compañero,abiertas las rejas con premura?) 
- Por ahí está golpeado-, corrigió otra compañera.
- Pero el celador dijo que no hay sangre, así que quizás...- y recordé que temprano un alumno me había hablado de sus espantosos ataques de asma.
(Si no hay sangre ¿es menos grave?)
- ¿Pudiste ver quién iba en la manta?-, preguntaron.
- No.
(Si no es alumno ¿duele menos?)
   Lo cierto es que al otro día nos enteramos que sí era un alumno quien iba en la manta y eso porque había tenido la mala idea de sufrir un pre-infarto. 
(¿Cuál es la sorpresa si una cárcel no hace más que alimentarse de pena y encierro?)
   "Lipotimia" es, dentro de la cárcel, una palabra foránea, extravagante, y no sólo por su sonoridad: nadie en ese lugar puede darse el lujo de perder momentáneamente el sentido, porque el lapso de tiempo que dure el desvarío puede decidir la suerte o la muerte.
   ¿En qué otros casos la lengua es la de un extraño? Se me ocurren dos ejemplos:
  • ajeno es el lenguaje escolar en la jerga de la penitenciaría (¿llamar "alumno" a un reo? ¿"calificación" que no implique premio o castigo? ¿y qué es eso del lenguaje no verbal que apuesta a la confianza o la sonrisa?)
  • intruso es el lenguaje de los adolescente en las aulas de las escuelas de afuera ("hablan como si fueran una cloaca", "tienen un vocabulario muy básico")
   (¿En qué idioma hablamos los docentes?: ¿Qué decimos o callamos con las palabras que elegimos?)

domingo, 22 de mayo de 2011

Sueño Nº 2


En la sala de profesores (que es larguísima, espaciosa y blanca) reina un ambiente de tensión, algo incomoda. Somos varios profes (entre los que hay rostros de personas ajenas a ese ámbito, como Mariana, una ex compañera de la secundaria) pero la coordinadora no está.
Discutimos con frases cortas y sin poder llegar a ninguna conclusión porque no hay comunicación posible. Los demás hablan hasta que en un momento propongo una reunión: tenemos que hablar con la jefa, perdirle una reunión en la que esas diferencias de criterios o miradas se expongan claramente.
   Y entonces, la más rubia de las personas de voz perversamente afilada, dice:
- Yo no creo que eso sea conveniente. Solamente va a traer más problemas. La discusión, la violencia nunca llevan a buen puerto.

   No se devuelve con un golpe semejante estocada, así que no hablo sobre las distintas clases de violencia ni digo que es una mala persona. ¿Mejor me quedo en silencio?: es que está al lado mío... no puedo no contestar.
- Pero no es así...
- ¿Qué buscás? ¿Querés que escuchemos lo que cada uno piensa del otro?
- ¿Y por qué no? Yo creo que sí sirve. Saber qué piensan otros de mí sí me sirve, incluso si es algo que no gusta. No sé si para cambiarlo pero sí al menos para intentar callarlo o mediatizarlo delante de las personas a quienes fastidia.

Mi compañera de secundaria, sentada frente a mí, asiente. Ese leve movimiento de cabeza es un posicionamiento (algo extraño en ella) pero no me sorprende: aunque ingenua y superficial como siempre, me conoció hace 20 años, y elige de esa manera aprobar no tanto mis palabras sino la certeza de que soy la misma, reconocerme en la insistencia. Eso me alegra. Y me reconforta saber que finalmente en el trabajo habíamos tomado una decisión.
   Al rato la incomodidad vuelve: ¿quién le avisa a la coordinadora que otros decidimos una reunión? Parece que las de Lengua somos las candidatas: la Checa, Brisa, yo... De pie, el Loco merodea con una media sonrisa que va de la perturbación a la duda, y ensaya casi sin mirarme:
- Quizás fue un poco apresurado...

Siento que empiezo a arrepentirme. Casi acostada en una silla, lo miro al Negro, que está serio, y quiero adivinar lo que piensa: del trabajo, de cada uno, de cómo seguir. Me mira y quiero intuir que estamos de acuerdo, pero no dice nada.
   Me despierto, tal vez a la espera de palabras que me cubran o fortalezcan.