TUTORA
La profe de pelo esculpido y larguísimas uñas pelirrojas elige una vez más el recreo para conversar sobre el curso del cual es tutora:
-El promedio general de 1º 6ª es 3,75. Mirá...- y extiende un cuadro para iluminar sus palabras. Prolijas filas y columnas explican, con higiénicos cálculos auxiliares, porcentajes de aplazos y desaprobados por materias y por grupos de alumnos.
Miro el número, con resaltador verde, al final del cuadro y quiero decir:
-No es gracioso-. O:
-A mí esto me preocupa-. O:
-¿Es posible?-, pero hablo tan bajito que casi no digo nada.
Del otro lado de la mesa, previsible y mordaz, alguien lanza su primera patada del día: -Y ahora van a decir que es por culpa de los docentes-.
Me pregunto, otra vez, cómo. Entonces vuelvo al cuadro para que me aclare, pero no entiendo. Sólo veo unos números bailando una coreografía inexplicable: la danza de los energúmenos, el baile frenético de veinticinco salvajes sin alma.