sábado, 15 de octubre de 2011

una torre

El que compró alumno, recibirá torre;
el que compró torre, recibirá alumno.

De costado y sin mirarme, anuncia su nombre:
- Soy Torres. Pablo Torres.
Con el golpe de la indiferencia, expone el desafecto y la costumbre.
Acepta la escritura pero no hay caso: 
no hay huella, sentido o cercanía que narrar.  

Ante mí, una torre
remota y displicente
de apenas 25 años.
¿Qué príncipe se oculta? ¿qué héroe ilusionado?
¿guerrero herido o poeta temerario?
¿Qué ladrillos levantaron los cimientos?
¿En qué tiempos comenzaron los encierros?
(al niño Torres ¿lo atrapaban en la escuela?
al joven Torres ¿lo cercaba el desamor?)

Ante mí, una torre
intrincada y entrañable 
que me invita.
Tan próxima está que busco palas, armo picos,
catapultas de palabras recobradas
imagino cercanías, parecidos,
mecanismos que derriben las paredes, escaleras, las sospechas. 
 
Atalaya de los sueños:
fijá un hito que señale dónde descubrir la calle, la tierra, el mar.
Dulces 25:
arrasás la indiferencia con tus ojos de ver más.

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