miércoles, 28 de abril de 2010

Etimología (aclarando conceptos)

- ¿Y de dónde viene eso de “tumba” por carne?- pregunto.

- Y...

- Será porque es carne muerta, seguramente...- ensayo una idea.

- Mire: en la cárcel hay palabras que no se pueden decir, profe. Usted acá no puede ir y decir: “Che, me pasás la carne...” porque le van a decir; “¿Cuál? ¿ésta?” . Por eso tumba, profe... en la cocina, todos dicen así.
Lo mismo pasa con huevos, nadie dice “Dame 2 huevos” ; acá se llama producto: uso dos productos para tal cosa, o tres o cuatro... Más bien que afuera no voy a ir a decir “Me da dos productos” , porque el almacenero me va a decir “Me estás cargando, pibe, ¿¡qué productos querés!?” . Pero acá sí.
Y acá la leche, es vaca rallada .

voz: Diplodocus

lunes, 19 de abril de 2010

lo que debe hacerse

  • calificar
  • registrar ausencias o retiros
  • tomar asistencia
  • tomar precauciones
  • tomar distancia
  • aceptar que la institución tiene sus rutinas, sus tiempos, sus espacios
  • no escuchar (no entender)
  • no preguntar (no saber)
  • no contestar (no dialogar)
  • quedar en silencio
  • dormir plácidamente cada noche
  • sin pensar
  • en fin: endurecerse
  • ¡ay!
  • perder la ternura

viernes, 16 de abril de 2010

El cielo o el infierno.


- Acá estamos en el cielo.
Acá en la escuela, me refiero.
Después, puro infierno.



voz: el vecino

martes, 6 de abril de 2010

poyito


(registro de un intenso día de trabajo en educación en contextos de encierro)
jueves 25 o viernes 26 de marzo - 1º año

Habíamos leído “Corso”, de Walsh y “El hijo de la maestra”, de Incardona. Habíamos hablado de las anécdotas de la infancia, de cómo armar un relato y hablar de uno contando, también, de otros.
No sé si será su acento españolísimo hasta el tuétano, pero José leyó un recuerdo digno del Lazarillo de Tormes: los dos aprendices de monaguillo, los dos pobres, los dos pícaros. Sergio acercó la historia de un padre que sobreactúa frente al enfado de la maestra pero se vuelve cómplice de la travesura infantil apenas la autoridad se da la vuelta. Mauro nos ubicó en una camioneta al anochecer volviendo del campo, la ruta y un niño que interroga a los hombres que lo rodean sobre los secretos de la sexualidad. El clima era afable, alguna sonrisa, el candor de la niñez como una verdad eterna, cierta emoción más cercana al recuerdo alegre que a la nostalgia.
Entonces Adrián dijo que él había escrito y me pidió que lo leyera yo porque ya ni sabía si podría entender su propia letra. “De eso trabajo” creo que dije y leí:


El destino de la vida me yevo a la calle teniendo 10 años y a pasar hambre y estar solo en un mundo echo para grandes, y conoci mucha jente de todas las edades; pase por hogares institutos y mucha caye q' aprendi cosas q para my edad no era bueno xq fuy quemando etapa es decir salteandome cosas lindas o feas según como lo vea. Y conoci un grupo de pibes mas grandes que yo y me empesaron a decir el Poyito y en ese grupo que era muy grande conosi al que hoy por hoy es mi hermano. Porque la mamá y el papa me adoptaron cuando yo tenia 15 o 16 años.
Unos de los pibes del grupo tenia problemas con la gente mas grande de el barrio. Y los grandes sabia que yo paraba con esos pibes y un dia yo estaba andando en bici por el barrio y me frenan varios muchachos que tenian armas y de un golpe me rompieron la cabesa y me amenasaron con matarme y ellos querian que yo le dijera donde estaba el otro grupo de pibes y yo no les dije donde estan.
En un momento cuando vi la oportunidad porque paso un grupo grande de gente porque salian del ipodromo sali corriendo y fuy abuscar a los pibes y les conte lo q' me paso y fueron a buscarlos cuando yegaron asta el lugar q' estos tipos se encontraban y los vieron empesaron a disparar eramos como 30 pibes y salieron todos corriendo y a uno de los pibes lo alcanso una bala y veo q' quedaba solo
me buelvo entre los tiros y lo abrazo y lo saco del lugar de los disparos lo dejo en un lugar seguro y vuelvo con un taxi y lo yevo al hospital. Viene la poli y preguntó quien esta con el erido y dije yo entonces me yevaron preso y despues de unos dias vino la familia a la comisaria y me dijeron gracias por salvarle la vida a my hijo y preguntaron que podemos hacer por vos y yo dije sacarme de aca y aberiguaron en poco tiempo y isieron los tramites para adoptarme y me adoptaron y empece a tener una familia gracias a gustavo el erido. Como dice el dicho no hay mal q' x bien no venga.

Qué siguió después de eso, me pregunto ahora. Seguro balbuceé alguna diferencia entre los textos anteriores y este, por extensión u hondura, entre esa inocencia que creíamos inmanente a toda infancia y la dureza de una vida en particular que sirve para desgarrar cualquier esperanza o lugar común. Mauro, cuyo texto había provocado la risa, ahora volvió a tomar la palabra y lo primero que dijo, casi como una disculpa, fue: “Yo no tendría que estar acá” y contó que su padre “tenía una debilidad, un vicio que eran las mujeres, hasta que se metió con la mina de un comisario. A mi papá lo mataron y todos en el barrio saben quién fue. Mi papá tenía trabajo, la camioneta era de él, estábamos bien y todo se vino abajo. Después a mi mamá la amenazaron y le dijeron: 'Tenés hijos, pensá en ellos'. ¿Y ella qué podía hacer? Tenía hijos, entonces no hizo nada. Después, cuando todavía era menor, yo hacía cualquier cosa y a mí, cuando caía, me decían: 'Ah, vos el hijo del que mataron... andate, pibe'. Me perdonaban la vida, como quien dice. Pero después... bueno, después, después ya no”.
Adrián dijo que su texto podría tener una segunda parte, y que si así fuera no podría parar: “Si me pongo a escribir, profe, no sé, quizás lo termine matando otra vez”. Ahí, creo, hablamos de la causa, no la del discurso judicial sino de la palabra causa. Porque una cosa es ese acto preciso en tiempo, responsabilidad y espacio que los llevó a ellos a estar en la cárcel (robo, estafa, homicidio, drogas) y otra es la causa primera o anterior o más profunda. Ese acto tiene (tiene que tener) también sus propias causas, menos efectistas para los noticieros de tv, más silenciadas.
No sé cómo ni por qué sentí la necesidad de preguntarle a Adrián cuándo era su cumpleaños. “El 30 de marzo”, contestó. La inminencia de la fecha y la proximidad con la del cumpleaños de mi hijo me dejó atónita. Me pregunté si mencionar la coincidencia no sería riesgoso, pero a esa altura ya estábamos tan pero tan emocionados que hubiera sido más profesional, sí, pero menos humana si no lo comentaba. “El martes es tu cumpleaños y el miércoles el de mi hijo. ¿Qué te regalo, Adrián?” Si ni siquiera podía ser algo que me sobrara de la fiesta infantil, porque él cumplía antes.

-Calmantes- susurró casi.
-¿Y te siguen diciendo así, Poyito?
Nos reímos un poco.
Tomé aire.
-Sí, a veces- contestó.

Después propuse que no fuera todo tan triste y alguien retomó el final del texto de Adrián “No hay mal que por bien no venga” y hasta contamos unos chistes. Malísimos pero efectivos.

-Por eso es importante lo que hacen ustedes, los profesores, en la escuela. Que vienen a estar con nosotros, que somos personas que nos equivocamos, y vienen ustedes a enseñarnos...
- Sí, pero no te lo creas tanto. No somos jueces, somos docentes. No somos buenos: es nuestro trabajo.
No sé por qué dije eso.
Porque no quería que nos quisiera tanto, supongo. O porque yo tampoco quería creérmelo.
Después, cuando salimos con otra profe, un alumno que había recuperado recientemente su libertad, se acercó, nos saludó y nos presentó a su esposa. Hablamos apenas unos minutos en la vereda pero todos dijimos cosas hermosas y estábamos exultantes casi como si afuera uno realmente fuera libre de hacer lo que quiera. Dijo que había salido sobreseído... estaba afuera y eso alcanzaba para crear una caricia o creer en algo. Cuando nos retiramos, con Sandra coincidimos en que quizás nuestro ahora ex alumno estuviera más flaco o cansado...
¿Qué más pasó ese día? En el colectivo me encontré con Carmen, una ex alumna de hace ya más de 10 años, que en su momento había empezado el Profesorado y después tenido hijos y después vuelta a estudiar. Dos ex alumnos en un mismo día. La cabeza me estallaba. No podía ser cierto lo que había contado Mauro: ni la historia de un padre muerto por un policía, ni la impunidad, ni el desaliento de la madre. No podía ser cierto. Era mentira. Qué estúpida. Solo yo podía creerme semejante cuento. Tampoco lo de Adrián: no podía haber quedado solo de chico, nadie se queda solo en la calle en bicicleta en la vida a los 10 años ni anda de héroe salvando al pobrerío agonizante. Si hasta era cursi, cómo creerle. Nadie que es un asesino puede arriesgarse para salvar a otro ni recibir nombre, familia, mirada de recompensa. Nadie en su sano juicio pudo haberlo bautizado Poyito y menos con mayúscula. Nadie que escribe isieron escribe hijo o abrazo.
Fernanda, una mamá de la Cooperadora que tuvo preso a un hombre de su familia, siempre me dice que a los presos no hay que creerles porque te embarullan con tantas mentiras. Siempre me lo dice, pero esa tarde me dijo que a veces dicen la verdad.
Después vino la huelga de hambre que no salió en casi ningún diario y ya no tuvimos clases por unos cuantos días. Cuando terminó, Adrián recibió sus regalos: un libro firmado por todos los profes y la jirafa que compré en la calle Florida, uno de esos jueguetitos de madera con elástico que se desmayan cuando se acciona un resorte en la parte inferior y que, al soltarlo, vuelven a tomar la postura erguida. La frase que acompañaba el objeto es la siguiente: “aunque los vientos de la vida soplen fuertes, soy como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie”. Sí, ya sé: cuando el texto repite la imagen o el objeto que acompaña, no aporta nada casi. Es más poética la relación entre texto y objeto si las palabras completan o complementan o hasta contradicen. Quizás la frase elegida era demasiado obvia. Y repetitiva, redundante, reincidente, obstinada, perdurable y persistente sin duda.

jueves, 25 de marzo de 2010

Envuelve
la magia, el calor, la fantasía
contagia
lo real, lo absurdo, lo imaginable
entrega y devuelve
se des
prende.
Como si fuera pura emoción o puro amor
como si fuera todo lo que necesitamos hoy
como escondiendo el mañana. 

MR

domingo, 28 de febrero de 2010

lo que no debe hacerse

  • unir palabras, mirada, cables, noticias y armar un combo que explique o justifique o arrime una razón
  • pensar durante el fin de semana, durante el día
  • pensar en la cárcel cuando estoy afuera
  • confiar (porque ¿cuánta confianza es aceptable?)
  • querer que salgan
  • querer que experimenten
  • querer que quieran
  • querer
  • buscar coincidencias entre la escuela de afuera y la escuela de adentro (¡qué horror! ¿a quién se le ocurre? ¿acaso la educación no es una herramienta de la libertad?)
  • encontrar coincidencias entre el afuera y el adentro
  • encontrar coincidencias entre el adentro y la vida, o el adentro y el amor, o el adentro y la calle, o el adentro y la relación con mis hijos o mis amigos o mis pesares
  • descubrir que las palabras no dicen solamente lo que dicen cuando una las pronuncia ahí 
  • llorar
  • tener ganas
  • tener ganas de más
  • tener ganas de abrazar o de hablar más o de volver a encontrarme o de llevarme a mi casa

domingo, 31 de enero de 2010

aprendizajes


- ¿Qué te gusta de esta versión de la historia?

- Lo que me gusta de ella es que más una travesía personal. Es de las cosas más importantes en la vida hoy en día: ese momento en el que tomás la decisión más importante. Quizás les pasa a todos, quizás no. Quizás lo hacés más de una vez en tu vida; cuando aprendés algo, crecés. Es como si tuvieras dos partes de vos mismo en conflicto emocional. Y luego, cuando hacés ese crecimiento personal, es algo increíble, muy fuerte. Te reconciliás con vos y con quien sos, volviéndote la persona que serás, un ser humano. 
Suena ligero, pero es importante.

Tim Burton, sobre Alicia en el país de las maravillas.  

lunes, 14 de diciembre de 2009

devolución 3

(ahí, en él, mudan)

Pasan:
la desconfianza primera, el descrédito,
dos sillas de por medio la distancia,
mirada o cuchillo o unas cuantas palabras a la fuga.
Vienen:
como una explosión la risa
y una boca que no calla,

que no adula,
que no filtra.
Llegan:
las verdades: las bárbaras, terribles, amorosas crueldades *
la sorpresa de un apodo, de un encuentro
y como siempre sin rumbo sin camino
rabiosamente
las voces más bonitas.

Todo eso encuentra:
magia o puente como cielo
espacio insospechado

fisura
rendija
y se abre paso hasta llegar a destino
aún en los lugares menos pensados.

* verso del poema "La poesía es un arma cargada de futuro" de Gabriel Celaya.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Pasen y vean: escuela media

TUTORA

La profe de pelo esculpido y larguísimas uñas pelirrojas elige una vez más el recreo para conversar sobre el curso del cual es tutora:

-El promedio general de 1º 6ª es 3,75. Mirá...- y extiende un cuadro para iluminar sus palabras. Prolijas filas y columnas explican, con higiénicos cálculos auxiliares, porcentajes de aplazos y desaprobados por materias y por grupos de alumnos.

Miro el número, con resaltador verde, al final del cuadro y quiero decir:

-No es gracioso-. O:

-A mí esto me preocupa-. O:

-¿Es posible?-, pero hablo tan bajito que casi no digo nada.

Del otro lado de la mesa, previsible y mordaz, alguien lanza su primera patada del día: -Y ahora van a decir que es por culpa de los docentes-.

Me pregunto, otra vez, cómo. Entonces vuelvo al cuadro para que me aclare, pero no entiendo. Sólo veo unos números bailando una coreografía inexplicable: la danza de los energúmenos, el baile frenético de veinticinco salvajes sin alma.

viernes, 13 de noviembre de 2009

devolución 2

break it

No se necesita:
ni el grito desbocado
ni el golpe de un insulto
ni risa de cartón, mirada engañosa o pensamiento mezquino
tampoco aventuras terribles de grandes héroes victoriosos
-¿vengadores de qué?-
con finales que tal vez siempre terminen igual.

Para ser valiente
apenas alcanza con el susurro de una risa,
tomar lápiz y papel con los que garabatear penas o deseos
y ejercer
tan humildemente
el acto de tomar la palabra
para decir
-como tierno abrazo-
lo que sentimos.

lunes, 12 de octubre de 2009

visita


Como palabras perforadas
hilitos de aire que apenas van corriendo
y atraviesan corredores pasillos suben bajan escaleras
o saludan en otro idioma en otro barrio en otro olor
y arman techos con telas
¿para qué?:
para que
por un día
el cielo sea de otro color.

miércoles, 7 de octubre de 2009

malditos

Trabajamos:
- Bendición de dragón, de Gustavo Roldán
- Maldición de dragón, del mismo autor.
- Espantapájaros 21, de Oliverio Girondo.









Leímos algunos capítulos de En las nubes, de Ian Mc Ewan. Y escribimos, como en "La crema disolvente", lo que nos gustaría que desapareciera.





sábado, 19 de septiembre de 2009

LA LECTURA COMO CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD





Quisiera empezar esta exposición contando una práctica que recogí hace unos años, como profesora en el partido de La Matanza, provincia de Buenos Aires. Elijo comunicar la experiencia y luego (o mientras tanto) compartir con ustedes algunas reflexiones e interrogantes surgidos a partir de ella.


Las escenas que traigo hoy aquí se desarrollaron durante las horas de Lengua en un curso de chicos y chicas que en ese momento tenían unos 15 años y que pasaban casi todo el día en el colegio porque se trataba de una escuela secundaria con orientación técnica. Los chicos venían de familias de clase media-baja o baja; la mitad de ellos vivía en la villa que nacía donde terminaba la escuela y la otra mitad, del otro lado, en un barrio de casas humildes. Casi el 50 % de los alumnos eran inmigrantes provenientes de países limítrofes.


A principios de junio (unos tres meses después de iniciado el ciclo lectivo), propuse en ese curso leer un monólogo muy breve del dramaturgo Julio Mauricio, llamado “Datos personales”, en el que la protagonista cuenta sus vivencias a partir del recuerdo de una entrevista en la que le solicitaban estos datos: nombre, dirección, estado civil… Para los que no lo conocen o no lo recuerdan, considero importante destacar cómo está estructurado el texto:

1º: pregunta sobre sus datos personales
2º: pensamiento o reflexiones de la protagonista
3º: respuesta.


Es decir, ante una pregunta (-¿Domicilio?-, por ejemplo), nos encontramos con un extenso párrafo en el que la protagonista cuenta, como en una conversación cotidiana, cómo es su casa, por qué vive allí, en qué situación, con quiénes comparte la vivienda… Y recién después aparece la respuesta (el domicilio propiamente dicho): breve, concisa y se resume en dos o tres palabras. Por lo tanto, los lectores somos una suerte de receptores privilegiados, que conocemos a la protagonista por lo que no dice en la entrevista formal, la conocemos por lo que calla. En una primera lectura del texto, en clase se dijo que no hay nada más impersonal que un cuestionario hecho sobre la base de los datos personales, que bien sirven para identificar pero no nos permiten conocer a la persona.
Más allá de los objetivos curriculares, cuando lo elegí me interesaba que el texto oficiara a modo de presentación, y que los alumnos produjeran, a partir de él, un texto similar, que podía referirse a un personaje de ficción, inventado o extraído de obras leídas con anterioridad, o a una persona de carne y hueso.


De 25 chicos, solo uno ficcionalizó el escrito y lo hizo a partir de un personaje de la televisión. Otro escribió sobre un familiar suyo. Todos los demás adolescentes produjeron escritos a partir de sus propios datos personales. Recuerdo particularmente el caso de una chica, Patricia, que reprodujo con absoluta fidelidad sus datos en las respuestas, pero en los pensamientos aparecía, a través del uso magistral de la ironía y de la metáfora, una versión parodiada de su propia vida, con valerosos caballeros pibes chorros, serviciales lacayos que bajaban de un patrullero y un yacuzzi en mitad de las casillas. Lamento no haberme quedado con una copia, porque así dicho parece bastante trágico pero el texto era en verdad muy muy gracioso.


Pero no es ese el escrito al cual hoy quiero referirme en particular. Como les dije recién, casi todos los jóvenes eligieron contar su realidad, hicieron aparecer algo que podríamos llamar su propia vida. Se me ocurre que esos resultados tan “realistas” no hubieran sido tales si planteaba el ejercicio un primer día de clases; sin duda esos tres meses de encuentros a través de textos literarios propiciaron un encuentro más íntimo con la lectura y la escritura, y de ahí la participación que los alumnos me hicieron de sus historias.


De lo que quiero hablarles es del trabajo de un chico al que podemos empezar llamando David: así figuraba en las listas, así lo llamaban sus compañeros y así se llamaba a sí mismo. Su texto comenzaba poniendo en cuestionamiento aquello que casi ningún otro cuestionaba: el nombre. Cito:


Me preguntó:
-¿Nombre y apellido?Y yo pensé que mis padres habían elegido un nombre pero después me lo cambiaron cuando hicieron los papeles del documento. Entonces les dijeron que acá Dilvert no era un nombre y que mejor me llamaran David, que era parecido. Yo no tengo ningún compañero que se llame David y Dilvert hay uno pero en otro salón. En mi casa me dicen David porque mis padres dicen que ahora soy David. A veces todavía ellos se confunden y llaman ¡Dilvert! pero yo los entiendo igual… Pero mejor le digo lo que está escrito en el documento, a ver si cree que miento.
Entonces le dije:
- David Hinojosa.”


Cuando, en la puesta en común de estos trabajos, un compañero le preguntó cómo quería ser llamado, el alumno dijo que en su casa siempre le decían David, que cuando le decían Dilvert era porque a sus padres se les “escapaba”, pero que a él no le molestaba que lo llamaran así, porque él era un nombre pero también era el otro y que, por lo tanto, podía ser nombrado de cualquiera de las dos maneras. Así fue como, aunque las listas dijeran otra cosa, la mayoría comenzamos a llamarlo Dilvert, todavía me pregunto si para acompañarlo en la búsqueda de un nombre propio o para llevarlo a un cuadro de esquizofrenia agudo…


Más allá de cualquier especulación, lo cierto es que este joven comenzó, a través de la lectura, a interrogarse sobre su identidad: ¿cuál es mi nombre?, ¿qué dice acerca de mí?, ¿por qué me llamo de una manera y no de otra? quizás hayan sido algunas de las preguntas que se hizo al momento de escribir. Pero interrogarse sobre la identidad no es solamente hablar sobre uno mismo, sino también de aquello que nos rodea y que nos da sentido: los orígenes, la patria, la familia, la sociedad. De esta manera, en las palabras de Dilvert resuenan otros interrogantes: ¿qué dice mi nombre de quienes lo eligieron? ¿qué otras voces hablan a través de él? ¿quiénes son los que me rebautizaron? ¿qué relación tengo con ellos? ¿qué dicen con ese nombre impuesto? ¿qué intentan callar? Sin duda estas preguntas no están dirigidas solo al muchacho sino que también nos interrogan a nosotros (docentes, padres, estudiantes, ciudadanos) porque problematizan instituciones (el registro civil, por ejemplo), cuestionan conceptos (como el de nacionalidad) y se manifiestan justamente en la escuela, un espacio público (y van quedando pocos: la escuela, la plaza…) que se empeña por desenmascarar la desigualdad.


Así fue como David desenterró su propia historia. Sus padres, bolivianos como él, le habían puesto Dilvert. Su familia llegó a la Argentina cuando él ya era un niño. Cuando comenzaron los trámites de obtención del DNI, su identidad fue puesta en cuestionamiento desde el registro civil, donde un funcionario dijo que “Ese no era un nombre en nuestro país”, y amablemente ofreció a los padres que cambiaran el nombre del chico por uno distinto, que a los oídos del funcionario sonaba “parecido” y con seguridad bien argentino: David. De esta manera es como llegamos a la escuela, en donde para todos él era David. Hace un rato dije que la escuela pública denuncia que existe la desigualdad. Debería aclarar que lo hace a pesar de su afán homogeneizador. 


¿Qué encontró Dilvert en los textos? En primer lugar, podríamos hablar de identificación: la lectura hizo posible el encuentro de Dilvert con la protagonista, quien de alguna manera piensa, actúa o siente como él. Pero quizás sea más importante lo diferente: el descubrimiento de que otras vidas, distintas a las que aparecen como exitosas en los medios de comunicación, también justificaban una lectura; el reconocimiento, a través de la palabra escrita, de que algunos personajes (que para otros podrían parecer insignificantes) tienen algo para decir. Y además, como dijimos hace un rato, Dilvert encontró en la literatura lo que se le negaba en la realidad: su primer nombre, el verdadero; entonces la escritura le permitió poner en palabras lo que sus padres callaban porque veían como un error.

Después de seis meses de este trabajo, casi a fin de año, Dilvert me dijo que a sus padres les parecía bien que se hablara en la escuela de “estas cosas”. Como podrán imaginar, quedé atónita ante semejante confesión, y le pregunté (debo reconocer que con un poco de miedo: una nunca sabe qué barbaridad pudo haber dicho) a qué se refería, si les había comentado los trabajos que habíamos hecho… Pero él me dijo que había hablado más o menos, que en realidad no había hablado, sino que les había leído. Entonces me explicó que todos en su familia trabajaban en costura en su casa y que un día, reunidos todos en su casa como estaban trabajando, él les dijo que podía leerles algo, y entonces leyó. Y leyó las dos obras de teatro que habíamos visto en el año, algo sobre los derechos de los jóvenes, textos escritos por él, unos artículos aburridísimos, algunos cuentos… Y que de ahí, de esas lecturas, había salido esto de que sus padres le habían dicho que “hacían bien en la escuela que hablaban de estas cosas”.


Las últimas reflexiones que quisiera hacer tienen que ver con el valor de la palabra, sobre todo de la palabra escrita. Reflexiono, antes que nada, en el valor de la palabra David (y a esta altura, si alguien de los presentes tiene ese nombre, pido mil disculpas). David es palabra escrita: vale porque es el nombre que está en un papel; en tanto documento, se supone garantiza la pertenencia al lugar en donde se vive e instaura la legalidad que los padres quieren para su hijo (la que diferencia, justamente, los inmigrantes legales de los ilegales); pero ese nuevo orden (ese papel escrito) clausura un pasado, borra orígenes, olvida deseos y miedos paternos, desvanece nacimiento y  desarraigo, anula el viaje y la huida de la pobreza… Nada de todo eso dice David. David es el presente de conflicto: la negación del pasado y la confrontación consigo mismo y con su familia.


Pero hay otras palabras escritas, sin duda más personales y esperanzadoras, que son las que Dilvert leía (por qué no pensar que lo siga haciendo) en su casa a sus familiares. Y las destaco porque él resaltó el valor de esas palabras que, aun antes de pronunciadas, habían sido escritas: “Yo no hablé con ellos, yo les leí”. Reconstruyo esa escena de lectura: un grupo de personas, trabajando, un adolescente leyendo apuntes escolares y textos literarios, escucha que invita a la evaluación posterior… Los que trabajamos en docencia o en promoción de la lectura podríamos preguntarnos qué decían esas palabras, cómo aseguraban la atención de los oyentes… Sin duda las palabras del hijo devolvían la propia historia (por qué no pensar que ahora eran ellos, los padres, los que se encontraban en las palabras del otro), otorgaban la posibilidad de ver el mundo con una nueva mirada, los enfrentaba con lo incierto, con lo complejo… ¿Qué otra cosa persigue la literatura, no?


Cito a Graciela Montes: "La imagen que tenemos de nosotros mismos -eso que llamamos un poco pomposamente identidad - se ha ido construyendo a lo largo de los años y siempre a través de los otros. No ha sido en situación de monólogo, sino en diálogo con el otro -y con 'lo otro'- como hemos llegado a armarnos nuestro propio cuento". Retomo la escena recién evocada: trabajadores, lectura, adolescentes, padres, escucha, evaluación, lectores, oyentes… y me permito hacer en voz alta tres interrogantes: ¿Cuántos escenas de construcción colectiva de sentido somos capaces de evocar? ¿Qué espacios de circulación pública de la palabra propicia nuestra sociedad? ¿En qué medida la escuela garantiza la inclusión de la diversidad y el derecho a la palabra? 

Área temática propuesta: la lectura y la escritura como prácticas sociales

RESUMEN:
Una experiencia concreta de aula es el punto de partida para reflexionar acerca del papel de la lectura como introspección y en tanto constructora de identidad (entendida en su aspecto individual, familiar y social). El protagonista es un alumno inmigrante; el marco, una escuela pública del conurbano bonaerense.
¿Qué espacios de circulación pública de la palabra proponen la escuela o el resto de nuestra sociedad? ¿En qué medida las prácticas de lectura y escritura propician el encuentro de los sujetos con la propia historia? ¿Qué callan los adolescentes, qué eligen decir a través de la literatura? Estos y otros interrogantes se abordan a partir del análisis de una secuencia didáctica que pone en cuestión el valor de la palabra escrita y el supuesto objetivo homogeneizador de la escuela.

El texto fue escrito para unas jornadas de Salud Mental y Derechos Humanos organizada por la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo (2006).