jueves, 19 de agosto de 2010

grietas

con un palo hay que darle a esta mujer
perra que no entiende
¿nunca más un chiste?

con un palo
fuerte hasta que grite
darle como si le gustara
como si fuera negra
o municipal
o extranjera
o docente de escuela pública
¿qué es peor?
de lengua tenía que ser

con un palo
hasta que entienda
y se calle
de una puta vez

viernes, 13 de agosto de 2010

Viernes 
no es noche de brujas ni mañana de mierda.
Es el día en que me entero que Juan salió en libertad.
-Y justo ayer habló conmigo- le dije a los que estaban en la sala de maestros.
-Mirá vos.
-Me dijo que no sabía qué había pasado, que tal vez se había equivocado, pero que él no tenía nada en contra mía, y mientras me decía eso me mostró las fotos de su hijo.
-Ah!, pero entonces no solamente te habló... además te dijo todo eso.
-Ajá. Y ahora me entero de que salió en libertad. Qué suerte. Qué suerte para él. Pero qué suerte para mí también. Porque tengo la suerte de haber cerrado algo que no había quedado bien, tengo la suerte de que me haya hablado antes de irse, de quizás no verlo más. Qué alegría. Es doble.
Al rato la profesora Bergamota decía que estaba indignada con la noticia...
-Y cómo querés que esté ¡si estaba por asesinato! ¡Y dicen que no hubo pruebas!
Y el profesor Salchichón le seguía la onda:
-Parece que se cargó como a diez.
-Pero ¿no creen que si hubiera matado a tantos seguiría en cana? Porque... convengamos que los únicos que matan a muchos pero a muchos MUCHOS y no van en cana son los que tienen mucha MUCHA guita.
-En este país, no me extrañaría-, cerró impertérrita.
Pero no. Me equivocaba: al instante volvió a la carga:
-Ese sale y en la esquina ya mata a uno.
¿Qué podía decirle
sin putearla
sin mandarla a la mierda
sin explicarle que eso era un prejuicio
sencillamente porque era un juicio de valor anticipado
ya que ella no sabía siquiera si Juan había pisado en ese mismo instante la esquina?
- Si fuera él, yo me alejaría un poco ¿no te parece?

martes, 10 de agosto de 2010

En el medio

I.
Reacomodando muebles en las sala que profesores de afuera compartimos con los docentes de adentro; tratando, una vez más, de ganar espacio adentro de la cárcel. Había también unos alumnos. Y en la puerta (que está ubicada al finalizar una escalera de unos 7 pisos, porque el salón es un sótano), como en un púlpito, el subalcaide o no sé qué figura, desde allí arriba dictamina:
- De aquel lado, los municipales; de este, el Servicio.
Entre risas, algunos de los presentes se reubican: se mueven, giran, dan pasos los profes, los alumnos. Alguien dice algo sobre “estar en el medio”. Un alumno me interroga. Me sorprendo:
- ¿De verdad hace falta que lo aclare?

II.
Disconforme con las peleas o los debates o los conflictos o las discusiones, clava la mirada y se queja:
- Yo me siento que estoy en el medio entre otra persona y vos, me hacés sentir en el medio, y eso no me gusta.
No sé cuántos días estuve pensando eso de “estar en el medio”... ni adelante ni atrás, ni de un lado ni del otro, hay quien elige estar en ese lugar. Coherente con la pretensión de “dar las dos campanas” y mostrarse respetuoso del discurso de los derechos humanos. Concordante con su declamación en contra del servicio y sus inexplicables acuerdo con los discursos más fachos.

III.
¿Y yo? No estoy en el medio.
Entre la cárcel y la plaza,
estoy claramente en contra de las rejas.
Entre los penitenciarios y los presos,
me encuentro entre los alumnos.
Entre los profesores y los alumnos,
siempre del lado de los que tienen ganas de cambiar.
Entre los chorros y los que están por drogas,
 decididamente en la tierra de los pobres.
Entre llamar a los alumnos por el nombre o por el apellido,
hablo desde las cercanías.
Entre la naturalización y el desgarro,
del lado de la furia.

Pero en rarísimas ocasiones, dudo
y mirá:
quedo del lado de la espera.

lunes, 9 de agosto de 2010

Internos


Después de leer la siguiente nota (cliquear en el recuadro de abajo para acceder):

En el Servicio Penitenciario Federal, dos de cada tres reclusos estudian

me surgieron algunas dudas:


¿Lo único que tiene el sr. Ricagno para decir de nuestra tarea es eso? ¿Por qué habla solo de lAs docentes
¿Los docentes varones no se involucran? ¿o es que corren menos riesgos?
¿Qué valoración hace este sujeto sobre las mujeres en general? ¿Somos entes que no discernimos, vamos instintivamente de un brazo a otro por termofusión? Si el último párrafo me parece insultante para las casadas, no quiero sospechar lo que piensa de las solteras...
 
Si para ellos son "alumnos" (como dicen), ¿por qué los llaman "internos"?

Decir que los alumnos están "las 24 horas pensando en el punto flaco de la persona que viene de afuera” ¿no es un poco prejuicioso? Si un alumno piensa en la escuela o (siendo condescendientes con Ricagno) en sus docentes, ¿es porque indefectiblemente está elucubrando cómo arruinarnos la vida?

¿No porque nos extraña? ¿no porque se extraña de conocer gente así? ¿no porque, en ese lugar de violencia y deshumanización, los extraños somos nosotros?

 
¿Acaso el pensamiento de un alumno no puede estar asociado a la sorpresa o a la duda o a la alegría o (admitámoslo también) al deseo?


No: en la mente del sr. Ricagno el interno solo usa el pensamiento para encontrar nuestros puntos débiles y pergeñar futuros delitos. Así que no nos engañemos: no son alumnos ni jóvenes ni adultos ni sujetos ni personas ni humanos ni vivos ni muertos, son internos: su existencia sólo vale por su condición de encierro.

martes, 3 de agosto de 2010

ESTRATEGIAS DE SUPERVIVIENCIA

de los profes:
  • no querer pensar
  • pensar todo el tiempo
  • caerles simpáticos a los penitenciarios
  • caerles antipáticos a los penitenciarios
  • creer
  • no creer
  • no querer creer
  • oír
  • no oír
  • no querer oír
  • no oír lo que uno cree
  • no creer lo que una oye
  • no querer querer ni ver ni confiar ni entender ni sospechar siquiera
  • solo se permiten: la sospecha, la distancia, la desconfianza, la seriedad y algo parecido al amor maternal pero casi como un tropiezo
  • “vos no tenés que meterte tanto” me aconsejan


de los alumnos:

  • ser más chorro, ser más anti policía, no cansarse de gritarles en la cara lo que son
  • entrar chorro y salir peor
  • entrar odiando a la policía y salir queriendo matarlos
  • callarse, volverse todo para adentro, bufar como casi única forma de comunicarse
  • ser amable, generoso casi, simpático 
  • ser pobre, mirar de lejos, ternura de animalito mojado 
  • tatuarse una vez y otra más y otra más como signo de pertenencia
  • ser suave y cuidadoso en el hablar y en el vestir
  • no querer ser preso, renegar de tatuajes y palabras tumberas, no querer pertenecer, bajo ningún punto de vista

De los penitenciarios:
  • volverse qué
  • desconfiar
  • mentir

miércoles, 23 de junio de 2010

Antipatías

En la escuela hay distintas clases de alumnos. Una es la de los simpáticos, pura amabilidad y agradecimiento al espacio-escolar-como-ámbito-de-libertad. Reconozcamos: cuando el halago es permanente y desmedido, la frase se fosiliza y se convierte en zalamería; pero no importa, los profes (embelesados) aceptamos la artimaña. Pertenecen a esta clase quienes pertenecen: forman parte de la escuela y, en tanto buenos alumnos, son adoptados por la mayoría de los docentes. 
En el otro extremo están los cachivaches, esa manga de colgados que pasean de pabellón en pabellón, y van y vienen de la escuela, de la cárcel, de la vida dejando aulas, tareas, hijos, cuatrimestres sin cerrar y nunca se sabe a ciencia cierta en qué momento caen de nuevo a la escuela a pedir tarea, certificado, punto o asistencia. Ellos (mal que nos pese) no pertenecen. Casi nadie retiene sus nombres y, cuando algún profe lo hace, es como un fastidio o una lejanía.
En el medio, más cerca o más lejos de unos y otros, hay unos cuantos inclasificables. 
Federico vino siempre a la escuela y, aunque no se lo reconozca como uno de los "fundadores", está desde un comienzo. Cuando dejó de hacerlo (porque lo habían trasladado a otro pabellón), renegó con las boletas, con los guardias, con los docentes y con los celadores para poder seguir estudiando. No se cansó, insistentemente denunciaba: "No me llega la boleta". Pero nunca con una sonrisa. Federico no pertenece a la clase de "los simpáticos", en absoluto. En el aula casi no habla y, si lo hace, expresa enojo, tristeza, desolación. Con su silencio transmite incredulidad, con cada mueca demuestra su escepticismo. No mira con resignación sino más bien con la certeza que trae la injusticia. La semana pasada contó en medio de una sinceridad que todavía me asombra cómo fue que había caído la primera vez.  
 
-Usted vive en Mataderos, ¿no? Yo caí por ahí.
-¿Y qué andabas haciendo por mi barrio?
-Un supermercado.
-¡¿Un supermercado?!- me asombré... es que en la cárcel los relatos de los delitos son tan grandilocuentes que la revelación de un lugar conocido, cotidiano me resultaba de una sencillez inusitada. 
-La cosa fue así. Sabíamos de una Juncadela, ¿y qué? Yo no le afano a los pobres ni a los jubilados. Y además no caí ahí sino después, cuando bardeamos y no pudimos cambiar el auto. La comisaría de Mataderos es la 42, ¿no? Dios mío, son los peores. Cómo me pegaron ahí. Desnudo, en el piso, y me seguían pegando... Encima, al rato vinieron las minas (de las policías estoy hablando) y también me verdugueaban, me pegaban. ¿Se imagina eso? ¿Sabe qué humillante fue ese momento para mí? En cambio ahora, cuando caí la otra vez y por algo más groso, no me pegaron ni nada, pero esa vez me dieron con todo.

No era común que Federico pronunciara semejante monólogo. El antipático se despachaba, de golpe, con una pila de palabras y apoyaba su historia sobre la mesa. 
-¿Cuántos años tenías?
-17.
-Eras menor.
-Sí-, sostenía la afirmación con un lento movimiento de cabeza. Así lo había conocido yo: palabras sueltas, frases entrecortadas.  
-Y además, si ya te tenían preso...
-... no tenían por qué pegarme. ¿Eso iba a decir, no?
-Exacto. 
-Pero les gusta, profe-, hablaba tranquilo, pausado, no sonreía. Cada palabra, un golpe.  
-¿Y cómo se hace, Federico, para después...?- y ahí quedé, porque no me animaba a completar la pregunta.  
-No se hace, profe. Qué quiere que le diga... Se odia nomás.

Esperar

Leímos “Los estatutos del hombre”, de Thiago de Melo.
-Eso lo tacho-, dijo Hamlet, haciendo referencia al artículo que hablaba sobre la confianza.
Entonces hablaron del lugar, de cuánto podían confiar y cuánto no. Hamlet de los que no confían, Octavio (tanta candidez al hablar) de los que a veces sí, Cruz dijo:
-A algunos acá los conozco de afuera, yo sé si puedo confiar o no.
Y dijo algo, casi a modo de confesión:
-En la calle yo salía a robar y no se lo daba ni a mi vieja ni a mi hermana ni a nadie. Se lo daba todo a la madre de un amigo, Susana. Tomá, le decía, y tun, se lo dejaba a ella.
Mueve los brazos al hablar, como si quisiera clavar cada palabra que dice. Clavar dónde, en mi cabeza..., en el aire, en el tiempo...
Tiene 23 años y una voz a veces áspera, con la cadencia del que está borracho o drogado. 23 años y no sabe cuándo sale... “en septiembre tengo juicio, el 20 y el 22, salgo en 3 meses o me quedo un rato largo” … el 20 o el 22: ¡qué primavera!, pensé. ¿Por qué no el 21?, pensé. ¿Celebran los jueces el día del estudiante? ¿No quieren empañarle al preso un día tan socialmente alegre? El 20 o el 22, falta tanto, tantas cosas pueden pasar, pero él se sabe perfectamente la fecha, pensé. Este tiempo, este presente de cárcel, es un tiempo muerto, un quedar a la espera de. “¿Quién me mandó a ir caminando por esa calle ese día?”, se preguntó de golpe Cruz, el de 23. El tiempo va y viene, del día en que cayó al día del juicio. Todo lo del medio: la cárcel, la escuela, las clases de Lengua, la profesora de Biología, los apuntes de Contabilidad, el jefe de Módulo, la comida... todo lo demás está en el medio y valen solamente en tanto “pasan”, acontecen o hacen pasar el tiempo.

lunes, 7 de junio de 2010

7 de junio

“Volcó un camión del Servicio Penitenciario y colapsó la Perito Moreno” dice el titular.
12 presos que eran trasladados.
Mantenga distancia.
10 minutos de noticias hablando del caos en el tránsito
una imagen de un penitenciario con un cuello ortopédico
ninguna imagen de un preso.
Sí los mencionan. De ellos dicen:
por causas que se desconocen, volcó.
Atención: el Same informa dieciséis traslados, 14 de ellos al Piñero y 2 al Santojanni.
Dieciséis heridos. Ninguno de gravedad. Pero todos todos golpeados... por este vuelco.
Colapso de la autopista. Colapso literal. Congestión. Recomiendan desviar hacia otra autopista. Regreso muy muy complicado para aquellos que quieran salir hacia zona Oeste.
6 ambulancias del Same y 2 de Prefectura.
Obviamente importantísimo operativo de seguridad debido a los traslados, perdón detenidos, que llevaba el camión. Había que evitar que ante la confusión alguno se diera a la fuga.
Para recomendar: evitar la Perito Moreno.
Las causas del accidente todavía no se conocen.
El estado de las personas. 16 personas. En principio no hay heridos de gravedad.
Detenidos que fueron trasladados para tratar las heridas
evitar fuga y cualquier inconveniente.
Mucha policía y agentes del ser
tal congestión, colapso.
Las alternativas se reducen.
El parabrisas no existe del vehículo.
Tuvieron suerte de no salir más lastimados.

domingo, 6 de junio de 2010

viernes, 21 de mayo de 2010

manifiesto

contra los días de encierro


Nosotros, los presos,
debemos luchar para terminar con ellos,
son días duros, difíciles,
por momentos nos sentimos oprimidos
por los barrotes,
acorralados contra las paredes,
sentimos la contradicción en nuestros sentimientos,
la falta de sol, de la luna y las estrellas.


Pero a pesar de todo seguimos,
sin saber qué nos impulsa,
y al mismo tiempo lo hacemos por algo,
qué contradicción.
Pero en momentos de lucidez sí sabemos por qué:
por nuestras esposas,
por nuestros hijos,
por nuestras madres,
pero fundamentalmente por nuestra libertad.
Por eso le digo a todos los presos:


Adelante, esto es pasajero,
lo mejor está por venir.

voz: Hamlet