martes, 10 de agosto de 2010

En el medio

I.
Reacomodando muebles en las sala que profesores de afuera compartimos con los docentes de adentro; tratando, una vez más, de ganar espacio adentro de la cárcel. Había también unos alumnos. Y en la puerta (que está ubicada al finalizar una escalera de unos 7 pisos, porque el salón es un sótano), como en un púlpito, el subalcaide o no sé qué figura, desde allí arriba dictamina:
- De aquel lado, los municipales; de este, el Servicio.
Entre risas, algunos de los presentes se reubican: se mueven, giran, dan pasos los profes, los alumnos. Alguien dice algo sobre “estar en el medio”. Un alumno me interroga. Me sorprendo:
- ¿De verdad hace falta que lo aclare?

II.
Disconforme con las peleas o los debates o los conflictos o las discusiones, clava la mirada y se queja:
- Yo me siento que estoy en el medio entre otra persona y vos, me hacés sentir en el medio, y eso no me gusta.
No sé cuántos días estuve pensando eso de “estar en el medio”... ni adelante ni atrás, ni de un lado ni del otro, hay quien elige estar en ese lugar. Coherente con la pretensión de “dar las dos campanas” y mostrarse respetuoso del discurso de los derechos humanos. Concordante con su declamación en contra del servicio y sus inexplicables acuerdo con los discursos más fachos.

III.
¿Y yo? No estoy en el medio.
Entre la cárcel y la plaza,
estoy claramente en contra de las rejas.
Entre los penitenciarios y los presos,
me encuentro entre los alumnos.
Entre los profesores y los alumnos,
siempre del lado de los que tienen ganas de cambiar.
Entre los chorros y los que están por drogas,
 decididamente en la tierra de los pobres.
Entre llamar a los alumnos por el nombre o por el apellido,
hablo desde las cercanías.
Entre la naturalización y el desgarro,
del lado de la furia.

Pero en rarísimas ocasiones, dudo
y mirá:
quedo del lado de la espera.

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