Le dije a la coordinadora si podía, con cautela y siempre que la ocasión no resultara desubicada, entregarle una carta al ministro sobre el estado deplorable de la escuela de mi hijo.
Me dijo que a ella no le parecía que se usara el espacio del Cens para beneficiar a otra escuela particular, que ella no lo haría con la escuela de sus hijos.
Eso dijo: beneficio personal.
No hubo clases en el Módulo I.
Sí en el Módulo II.
Sólo yo tenía que ir al Módulo II. Así que fui y di clases hasta las 11.
Con Martín y Fernando, que iban en representación del II, fui hasta el I, donde se hacía el acto.
En el II no hay ventanas. La escalera, el hueco, es todo con rejas y, como en un aula tampoco hay puertas, hay un chiflete que ni te digo.
El esposo de la coordinadora habló durante el acto de quienes no conocen de horarios de trabajo. De quienes trabajan las 24 horas del día. (y de la noche, pensé).
El esposo de la coordinadora mencionó, claro, a su esposa coordinadora.
Sergio me dijo:
-¿No me da ese boleto?
Tenía puesta la mochila, y del bolsillito sobresalía el papel.
-Claro-, le dije y se lo di.
-Con este me voy en libertad-, me dijo.
La coordinadora puso, en la ventana de la biblioteca, el nombre de todos: los profes y los alumnos, los actuales y los que no están, porque salieron en libertad o porque fueron trasladados.
Lejos de formalismos y menciones lacrimógenas, Sergio y Pachu me cargan, me dicen que ahora no me saludan, porque trabajo en el módulo II y me olvidé de ellos.
Seguía el acto y yo charlaba, reja de por medio, no sé bien con qué alumno. Siento que me llaman de atrás, me golpean la espalda. Era el ministro, que se iba y quiso saludarme con un beso. Ocasión ideal para invitarlo. Elijo tratarlo de vos:
-Fijate si te das una vuelta por el Módulo II, que empezamos a trabajar la semana pasada.
-El próximo lo hacemos ahí-, mintió.
Beneficio personal. Las golosinas del cumpleaños de mis hijos. Beneficio personal. El mate para poder subirlo a las aulas y compartirlo con los alumnos. Beneficio personal. Las galletitas. Beneficio personal. Los poemas. Beneficio personal. Acomodar en los estantes de la biblioteca primero lo de las otras materias. Beneficio personal. Ir a las clases de computación para hacer la revista, para el blog.
Todo eso, claro, sólo para un beneficio personal.
-Usted tiene que estar ahí-, me decía Fer. -¿Por qué está acá atrás, si tiene que estar adelante de todos?
Yo estaba atrás de la reja, atrás del mundo, atrás de los penitenciarios, atrás del llanto de la coordinadora (que trabaja las 24 horas del día y las 24 de la noche), atrás de todo.
No le contesté.
Pero cuando lo vi a Sergio que seguía sosteniendo el boleto como si de verdad fuera su pase a la libertad, lo miré fijo y le confesé:
-Yo no necesito ver. ¿Sabés por qué? Porque estas imágenes me las llevo en el corazón.
Él seguía cargándome con lo del módulo II y todo eso. Pero yo le decía:
-Escuchá bien porque cuando hablo en serio, hablo en serio. No necesito ver porque me las llevo en el corazón . Y esas son imágenes que no se olvidan.
De la clase de la primera hora, qué bien me cae Castelli.
-Este infierno es encantador- cantaba hoy.
Una cosa es segura: no somos indiferentes.
Pregunté a un alumnos sobre Adrián. Me dijo que no era más su rancho. Y que estaba vago, que por eso estaba faltando a la escuela.
¿Vago? 15 años le dieron.
Voy a pasar por la reja o por el pabellón para hablar con él. Me lo prometo. Beneficio personal, como quien dice.