palabras ciertas de unas clases de Lengua en un par de escuelas públicas de la ciudad de Buenos Aires
martes, 21 de septiembre de 2010
miércoles, 15 de septiembre de 2010
paro del miércoles y jueves
EL MIÉRCOLES
"La unión hace la fuerza"
"En mi barrio, al que va a trabajar un día de paro lo llaman carnero"
"Yo nunca levanté la mano en una asamblea o algo así"
"Yo estuve en los saqueos del 2001, los ojos rojos de tantos gases"
"¿Ustedes vinieron con los guardapolvos puestos desde la calle, o se los pusieron al entrar?"
"Está bien lo que hacen estos pibes, porque ellos también piensan en las generaciones venideras"
"La unión hace la fuerza"
"En mi barrio, al que va a trabajar un día de paro lo llaman carnero"
"Yo nunca levanté la mano en una asamblea o algo así"
"Yo estuve en los saqueos del 2001, los ojos rojos de tantos gases"
"¿Ustedes vinieron con los guardapolvos puestos desde la calle, o se los pusieron al entrar?"
"Está bien lo que hacen estos pibes, porque ellos también piensan en las generaciones venideras"
voces varias del módulo 2
sábado, 11 de septiembre de 2010
Con lo que muevas
Con lo que muevas
porque todo podría moverse.
Cuidado donde apoyes tus manos,
porque, en todo, podrías dejar tus huellas.
Y no es
que las huellas sean imborrables,
Cuidado, en todo caso,
en dónde quieras dejar
tus marcas.
Nada es inocente en el sentido
de que no tenga consecuencias,
y no quisiera que las tuyas
fueran tan inadvertidas, es decir,
que hicieras como si no supieras si te pido que mires dónde te posas
y que no pretendas que no sabías, o no veías.
Cuidado con lo que muevas,
porque en todo podrías dejar tus huellas.
Cuidado donde apoyes tus manos,
porque todo podría moverse,
igual como sigue la vela al viento.
Y no quisiera que digas
que no querías quien te siga
ni te sigan
habiendo fingido que no sabías
cómo todo, hasta el aire virgen de los hielos,
espera un movimiento
ni hay luz sin sombra
ni voz sin consecuencia
igual que sigue la vela al viento
y la vida donde soples
aliento.
Por lo demás,
adelante, por favor.
Luis Pescetti
lunes, 6 de septiembre de 2010
Mudar
Hoy es un día soleado. Va llegando la primavera.
A dos días del mediodía del sábado, del golpe en la reja, la espera y el éxito a 70 pasos de la puerta.
¿Así te recibió la calle, díscolo tigre:
puro aire limpio, domingo con siesta, ojitos al sol?
A dos días del mediodía del sábado, del golpe en la reja, la espera y el éxito a 70 pasos de la puerta.
Yoshiro Tachibana |
¿Así te recibió la calle, díscolo tigre:
puro aire limpio, domingo con siesta, ojitos al sol?
caminás ¿por dónde?
Recuperando qué: ¿miedos? ¿maneras? ¿sensaciones?
y de qué modo: ¿atolondradamente? ¿de a sorbos sorpresa? ¿cercana alegría? ¿tibia tristeza?
Recuperando qué: ¿miedos? ¿maneras? ¿sensaciones?
y de qué modo: ¿atolondradamente? ¿de a sorbos sorpresa? ¿cercana alegría? ¿tibia tristeza?
¿Ya viste a tu gente, amigos, amores? ¿recorriste todos los lugares? ¿te abrazaron tiernamente? ¿te esperaban?
¿pedís? ¿corrés? ¿ahijás?
sentís más ¿el perfume? ¿el silencio? ¿la sonrisa?
ganas ¿de qué?
sentís más ¿el perfume? ¿el silencio? ¿la sonrisa?
ganas ¿de qué?
jueves, 2 de septiembre de 2010
Beneficio personal. Imágenes de hoy
Le dije a la coordinadora si podía, con cautela y siempre que la ocasión no resultara desubicada, entregarle una carta al ministro sobre el estado deplorable de la escuela de mi hijo.
Me dijo que a ella no le parecía que se usara el espacio del Cens para beneficiar a otra escuela particular, que ella no lo haría con la escuela de sus hijos.
Eso dijo: beneficio personal.
No hubo clases en el Módulo I.
Sí en el Módulo II.
Sólo yo tenía que ir al Módulo II. Así que fui y di clases hasta las 11.
Con Martín y Fernando, que iban en representación del II, fui hasta el I, donde se hacía el acto.
En el II no hay ventanas. La escalera, el hueco, es todo con rejas y, como en un aula tampoco hay puertas, hay un chiflete que ni te digo.
El esposo de la coordinadora habló durante el acto de quienes no conocen de horarios de trabajo. De quienes trabajan las 24 horas del día. (y de la noche, pensé).
El esposo de la coordinadora mencionó, claro, a su esposa coordinadora.
Sergio me dijo:
-¿No me da ese boleto?
Tenía puesta la mochila, y del bolsillito sobresalía el papel.
-Claro-, le dije y se lo di.
-Con este me voy en libertad-, me dijo.
La coordinadora puso, en la ventana de la biblioteca, el nombre de todos: los profes y los alumnos, los actuales y los que no están, porque salieron en libertad o porque fueron trasladados.
Lejos de formalismos y menciones lacrimógenas, Sergio y Pachu me cargan, me dicen que ahora no me saludan, porque trabajo en el módulo II y me olvidé de ellos.
Seguía el acto y yo charlaba, reja de por medio, no sé bien con qué alumno. Siento que me llaman de atrás, me golpean la espalda. Era el ministro, que se iba y quiso saludarme con un beso. Ocasión ideal para invitarlo. Elijo tratarlo de vos:
-Fijate si te das una vuelta por el Módulo II, que empezamos a trabajar la semana pasada.
-El próximo lo hacemos ahí-, mintió.
Beneficio personal. Las golosinas del cumpleaños de mis hijos. Beneficio personal. El mate para poder subirlo a las aulas y compartirlo con los alumnos. Beneficio personal. Las galletitas. Beneficio personal. Los poemas. Beneficio personal. Acomodar en los estantes de la biblioteca primero lo de las otras materias. Beneficio personal. Ir a las clases de computación para hacer la revista, para el blog.
Todo eso, claro, sólo para un beneficio personal.
-Usted tiene que estar ahí-, me decía Fer. -¿Por qué está acá atrás, si tiene que estar adelante de todos?
Yo estaba atrás de la reja, atrás del mundo, atrás de los penitenciarios, atrás del llanto de la coordinadora (que trabaja las 24 horas del día y las 24 de la noche), atrás de todo.
Yo estaba atrás de la reja, atrás del mundo, atrás de los penitenciarios, atrás del llanto de la coordinadora (que trabaja las 24 horas del día y las 24 de la noche), atrás de todo.
No le contesté.
Pero cuando lo vi a Sergio que seguía sosteniendo el boleto como si de verdad fuera su pase a la libertad, lo miré fijo y le confesé:
Pero cuando lo vi a Sergio que seguía sosteniendo el boleto como si de verdad fuera su pase a la libertad, lo miré fijo y le confesé:
Él seguía cargándome con lo del módulo II y todo eso. Pero yo le decía:
-Escuchá bien porque cuando hablo en serio, hablo en serio. No necesito ver porque me las llevo en el corazón . Y esas son imágenes que no se olvidan.
De la clase de la primera hora, qué bien me cae Castelli.
-Este infierno es encantador- cantaba hoy.
Una cosa es segura: no somos indiferentes.
Una cosa es segura: no somos indiferentes.
Pregunté a un alumnos sobre Adrián. Me dijo que no era más su rancho. Y que estaba vago, que por eso estaba faltando a la escuela.
¿Vago? 15 años le dieron.
Voy a pasar por la reja o por el pabellón para hablar con él. Me lo prometo. Beneficio personal, como quien dice.
lunes, 23 de agosto de 2010
(como) Empezar de nuevo
hoy, lunes, empecé en el módulo nuevo.
Ni bestias salvajes ni salvajes unitarios.
Salvajemente solitarios, uno por uno, fui nombrándolos, pura individualidad, tan frente a mí, mesa blanquísima para reflejar cualquier franqueza, tan dulcemente cada nombre caía, desnudo, sobre las palabras: Castelli, el del pabellón tan políticamente incorrecto, con una sonrisa que no puede disimular su increíble alegría por estar, haciendo siempre, algo distinto, mirando nomás, hablando casi en otro idioma; Gastón, tez morena y ojos claros, deteniendo el tiempo cuando pinta la carátula de Lengua con el único marcador que había llevado... ¿quién más?: Abelardo, el más grande, puro hablar correcto, la voz de la experiencia, la sabiduría que dan los años; Hernán, al que todo raye se le hace carne en su relato infantil; Nico, el (único) que no perdió el nombre ni la sonrisa ni las ganas...
¿Qué me gustó?: que se me fuera tan ciertamente el miedo, que entrara tan rápidamente en confianza, que tan alegremente respondieran a mis chistes.... ¿qué más?: que quisieran colgar unos mapas “o algo así, para darle al espacio más onda de escuela”.
Leímos “El hijo de la maestra” y otra vez les encantó. Tengo que llevarlo a Incardona. Tengo que llevarlo. Tengo que llevarlo.
domingo, 22 de agosto de 2010
Causas
No vaya a ser que un día me acostumbre
o que me canse
o que me duela tanto
que no vuelva
no estar
no sentir.
Por eso escribo.
viernes, 20 de agosto de 2010
Usos del Condicional
El condicional puede expresar :
– posibilidad o probabilidad vista desde un pasado. Ejemplo:
- Tenía 13 años cuando caí por primera vez. Los jueces me mandaron a un Instituto no por la peligrosidad del delito sino del entorno. Pensarían que eso era lo mejor para mí.
... pero puede estar referida también a un momento futuro. La perspectiva entonces no sería pasada, sino presente:
- Yo no te robaría.
– puede expresar polémica en un tiempo lejos del presente:
– y expresa (forma atenuada) ruegos y deseos de forma cortés:
- Me arrepentiría automáticamente.
- Y te invitaría a tomar un café.
voz del tigre díscolo
jueves, 19 de agosto de 2010
grietas
perra que no entiende
¿nunca más un chiste?
con un palo
fuerte hasta que grite
darle como si le gustara
como si fuera negra
o municipal
o extranjera
o extranjera
o docente de escuela pública
¿qué es peor?
de lengua tenía que ser
con un palo
con un palo
hasta que entienda
y se calle
de una puta vez
viernes, 13 de agosto de 2010
Viernes
no es noche de brujas ni mañana de mierda.
Es el día en que me entero que Juan salió en libertad.
-Y justo ayer habló conmigo- le dije a los que estaban en la sala de maestros.
-Mirá vos.
-Me dijo que no sabía qué había pasado, que tal vez se había equivocado, pero que él no tenía nada en contra mía, y mientras me decía eso me mostró las fotos de su hijo.
-Ah!, pero entonces no solamente te habló... además te dijo todo eso.
-Ajá. Y ahora me entero de que salió en libertad. Qué suerte. Qué suerte para él. Pero qué suerte para mí también. Porque tengo la suerte de haber cerrado algo que no había quedado bien, tengo la suerte de que me haya hablado antes de irse, de quizás no verlo más. Qué alegría. Es doble.
Al rato la profesora Bergamota decía que estaba indignada con la noticia...
-Y cómo querés que esté ¡si estaba por asesinato! ¡Y dicen que no hubo pruebas!
Y el profesor Salchichón le seguía la onda:
-Parece que se cargó como a diez.
-Pero ¿no creen que si hubiera matado a tantos seguiría en cana? Porque... convengamos que los únicos que matan a muchos pero a muchos MUCHOS y no van en cana son los que tienen mucha MUCHA guita.
-En este país, no me extrañaría-, cerró impertérrita.
Pero no. Me equivocaba: al instante volvió a la carga:
-Ese sale y en la esquina ya mata a uno.
-Ese sale y en la esquina ya mata a uno.
¿Qué podía decirle
sin putearla
sin mandarla a la mierda
sin explicarle que eso era un prejuicio
sencillamente porque era un juicio de valor anticipado
ya que ella no sabía siquiera si Juan había pisado en ese mismo instante la esquina?
- Si fuera él, yo me alejaría un poco ¿no te parece?
martes, 10 de agosto de 2010
En el medio
I.
Reacomodando muebles en las sala que profesores de afuera compartimos con los docentes de adentro; tratando, una vez más, de ganar espacio adentro de la cárcel. Había también unos alumnos. Y en la puerta (que está ubicada al finalizar una escalera de unos 7 pisos, porque el salón es un sótano), como en un púlpito, el subalcaide o no sé qué figura, desde allí arriba dictamina:
- De aquel lado, los municipales; de este, el Servicio.
Entre risas, algunos de los presentes se reubican: se mueven, giran, dan pasos los profes, los alumnos. Alguien dice algo sobre “estar en el medio”. Un alumno me interroga. Me sorprendo:
- ¿De verdad hace falta que lo aclare?
II.
Disconforme con las peleas o los debates o los conflictos o las discusiones, clava la mirada y se queja:
- Yo me siento que estoy en el medio entre otra persona y vos, me hacés sentir en el medio, y eso no me gusta.
No sé cuántos días estuve pensando eso de “estar en el medio”... ni adelante ni atrás, ni de un lado ni del otro, hay quien elige estar en ese lugar. Coherente con la pretensión de “dar las dos campanas” y mostrarse respetuoso del discurso de los derechos humanos. Concordante con su declamación en contra del servicio y sus inexplicables acuerdo con los discursos más fachos.
III.
¿Y yo? No estoy en el medio.
Entre la cárcel y la plaza,
estoy claramente en contra de las rejas.
Entre los penitenciarios y los presos,
me encuentro entre los alumnos.
Entre los profesores y los alumnos,
siempre del lado de los que tienen ganas de cambiar.
Entre los chorros y los que están por drogas,
decididamente en la tierra de los pobres.
Entre llamar a los alumnos por el nombre o por el apellido,
hablo desde las cercanías.
Entre la naturalización y el desgarro,
del lado de la furia.
Pero en rarísimas ocasiones, dudo
y mirá:
quedo del lado de la espera.
lunes, 9 de agosto de 2010
Internos
Después de leer la siguiente nota (cliquear en el recuadro de abajo para acceder):
En el Servicio Penitenciario Federal, dos de cada tres reclusos estudian
me surgieron algunas dudas:
¿Lo único que tiene el sr. Ricagno para decir de nuestra tarea es eso? ¿Por qué habla solo de lAs docentes?
¿Los docentes varones no se involucran? ¿o es que corren menos riesgos?
¿Qué valoración hace este sujeto sobre las mujeres en general? ¿Somos entes que no discernimos, vamos instintivamente de un brazo a otro por termofusión? Si el último párrafo me parece insultante para las casadas, no quiero sospechar lo que piensa de las solteras...
Si para ellos son "alumnos" (como dicen), ¿por qué los llaman "internos"?
Decir que los alumnos están "las 24 horas pensando en el punto flaco de la persona que viene de afuera” ¿no es un poco prejuicioso? Si un alumno piensa en la escuela o (siendo condescendientes con Ricagno) en sus docentes, ¿es porque indefectiblemente está elucubrando cómo arruinarnos la vida?
¿No porque nos extraña? ¿no porque se extraña de conocer gente así? ¿no porque, en ese lugar de violencia y deshumanización, los extraños somos nosotros?
¿Acaso el pensamiento de un alumno no puede estar asociado a la sorpresa o a la duda o a la alegría o (admitámoslo también) al deseo?
No: en la mente del sr. Ricagno el interno solo usa el pensamiento para encontrar nuestros puntos débiles y pergeñar futuros delitos. Así que no nos engañemos: no son alumnos ni jóvenes ni adultos ni sujetos ni personas ni humanos ni vivos ni muertos, son internos: su existencia sólo vale por su condición de encierro.
¿No porque nos extraña? ¿no porque se extraña de conocer gente así? ¿no porque, en ese lugar de violencia y deshumanización, los extraños somos nosotros?
¿Acaso el pensamiento de un alumno no puede estar asociado a la sorpresa o a la duda o a la alegría o (admitámoslo también) al deseo?
No: en la mente del sr. Ricagno el interno solo usa el pensamiento para encontrar nuestros puntos débiles y pergeñar futuros delitos. Así que no nos engañemos: no son alumnos ni jóvenes ni adultos ni sujetos ni personas ni humanos ni vivos ni muertos, son internos: su existencia sólo vale por su condición de encierro.
martes, 3 de agosto de 2010
ESTRATEGIAS DE SUPERVIVIENCIA
de los profes:
- no querer pensar
- pensar todo el tiempo
- caerles simpáticos a los penitenciarios
- caerles antipáticos a los penitenciarios
- creer
- no creer
- no querer creer
- oír
- no oír
- no querer oír
- no oír lo que uno cree
- no creer lo que una oye
- no querer querer ni ver ni confiar ni entender ni sospechar siquiera
- solo se permiten: la sospecha, la distancia, la desconfianza, la seriedad y algo parecido al amor maternal pero casi como un tropiezo
- “vos no tenés que meterte tanto” me aconsejan
de los alumnos:
- ser más chorro, ser más anti policía, no cansarse de gritarles en la cara lo que son
- entrar chorro y salir peor
- entrar odiando a la policía y salir queriendo matarlos
- callarse, volverse todo para adentro, bufar como casi única forma de comunicarse
- ser amable, generoso casi, simpático
- ser pobre, mirar de lejos, ternura de animalito mojado
- tatuarse una vez y otra más y otra más como signo de pertenencia
- ser suave y cuidadoso en el hablar y en el vestir
- no querer ser preso, renegar de tatuajes y palabras tumberas, no querer pertenecer, bajo ningún punto de vista
De los penitenciarios:
- volverse qué
- desconfiar
- mentir
miércoles, 23 de junio de 2010
Antipatías
En la escuela hay distintas clases de alumnos. Una es la de los simpáticos, pura amabilidad y agradecimiento al espacio-escolar-como-ámbito-de-libertad. Reconozcamos: cuando el halago es permanente y desmedido, la frase se fosiliza y se convierte en zalamería; pero no importa, los profes (embelesados) aceptamos la artimaña. Pertenecen a esta clase quienes pertenecen: forman parte de la escuela y, en tanto buenos alumnos, son adoptados por la mayoría de los docentes.
En el otro extremo están los cachivaches, esa manga de colgados que pasean de pabellón en pabellón, y van y vienen de la escuela, de la cárcel, de la vida dejando aulas, tareas, hijos, cuatrimestres sin cerrar y nunca se sabe a ciencia cierta en qué momento caen de nuevo a la escuela a pedir tarea, certificado, punto o asistencia. Ellos (mal que nos pese) no pertenecen. Casi nadie retiene sus nombres y, cuando algún profe lo hace, es como un fastidio o una lejanía.
En el medio, más cerca o más lejos de unos y otros, hay unos cuantos inclasificables.
Federico vino siempre a la escuela y, aunque no se lo reconozca como uno de los "fundadores", está desde un comienzo. Cuando dejó de hacerlo (porque lo habían trasladado a otro pabellón), renegó con las boletas, con los guardias, con los docentes y con los celadores para poder seguir estudiando. No se cansó, insistentemente denunciaba: "No me llega la boleta". Pero nunca con una sonrisa. Federico no pertenece a la clase de "los simpáticos", en absoluto. En el aula casi no habla y, si lo hace, expresa enojo, tristeza, desolación. Con su silencio transmite incredulidad, con cada mueca demuestra su escepticismo. No mira con resignación sino más bien con la certeza que trae la injusticia. La semana pasada contó en medio de una sinceridad que todavía me asombra cómo fue que había caído la primera vez.
En el otro extremo están los cachivaches, esa manga de colgados que pasean de pabellón en pabellón, y van y vienen de la escuela, de la cárcel, de la vida dejando aulas, tareas, hijos, cuatrimestres sin cerrar y nunca se sabe a ciencia cierta en qué momento caen de nuevo a la escuela a pedir tarea, certificado, punto o asistencia. Ellos (mal que nos pese) no pertenecen. Casi nadie retiene sus nombres y, cuando algún profe lo hace, es como un fastidio o una lejanía.
En el medio, más cerca o más lejos de unos y otros, hay unos cuantos inclasificables.
Federico vino siempre a la escuela y, aunque no se lo reconozca como uno de los "fundadores", está desde un comienzo. Cuando dejó de hacerlo (porque lo habían trasladado a otro pabellón), renegó con las boletas, con los guardias, con los docentes y con los celadores para poder seguir estudiando. No se cansó, insistentemente denunciaba: "No me llega la boleta". Pero nunca con una sonrisa. Federico no pertenece a la clase de "los simpáticos", en absoluto. En el aula casi no habla y, si lo hace, expresa enojo, tristeza, desolación. Con su silencio transmite incredulidad, con cada mueca demuestra su escepticismo. No mira con resignación sino más bien con la certeza que trae la injusticia. La semana pasada contó en medio de una sinceridad que todavía me asombra cómo fue que había caído la primera vez.
-¿Y qué andabas haciendo por mi barrio?
-Un supermercado.
-¡¿Un supermercado?!- me asombré... es que en la cárcel los relatos de los delitos son tan grandilocuentes que la revelación de un lugar conocido, cotidiano me resultaba de una sencillez inusitada.
-La cosa fue así. Sabíamos de una Juncadela, ¿y qué? Yo no le afano a los pobres ni a los jubilados. Y además no caí ahí sino después, cuando bardeamos y no pudimos cambiar el auto. La comisaría de Mataderos es la 42, ¿no? Dios mío, son los peores. Cómo me pegaron ahí. Desnudo, en el piso, y me seguían pegando... Encima, al rato vinieron las minas (de las policías estoy hablando) y también me verdugueaban, me pegaban. ¿Se imagina eso? ¿Sabe qué humillante fue ese momento para mí? En cambio ahora, cuando caí la otra vez y por algo más groso, no me pegaron ni nada, pero esa vez me dieron con todo.
No era común que Federico pronunciara semejante monólogo. El antipático se despachaba, de golpe, con una pila de palabras y apoyaba su historia sobre la mesa.
No era común que Federico pronunciara semejante monólogo. El antipático se despachaba, de golpe, con una pila de palabras y apoyaba su historia sobre la mesa.
-¿Cuántos años tenías?
-17.
-Eras menor.
-Sí-, sostenía la afirmación con un lento movimiento de cabeza. Así lo había conocido yo: palabras sueltas, frases entrecortadas.
-Y además, si ya te tenían preso...
-... no tenían por qué pegarme. ¿Eso iba a decir, no?
-Exacto.
-... no tenían por qué pegarme. ¿Eso iba a decir, no?
-Exacto.
-Pero les gusta, profe-, hablaba tranquilo, pausado, no sonreía. Cada palabra, un golpe.
-¿Y cómo se hace, Federico, para después...?- y ahí quedé, porque no me animaba a completar la pregunta.
-No se hace, profe. Qué quiere que le diga... Se odia nomás.
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