Como si fuera una docente ajena que se enfrenta a una prueba escrita, ya había recibido demasiadas "frases confusas" de algunos y "comentarios inadecuados" de otros, cuando vino Claudio esa mañana y me ofreció una Rhodesia.
-Es para vos -me dijo-. ¿Te gusta?
-No, gracias -contesté-. No me gustan las obleas. No sé qué explicación dio él respecto del regalo ni yo del desafecto. Pero lo cierto es que al otro día lo trasladaron a un pabellón lejano y anduvo como diez días sin venir a la escuela. En ese tiempo me pregunté cuáles eran los regalos que quería de ellos, y así es como armé esta lista.
Ni obleas
ni frases hechas
ni corazones.
Galletas saladas, aladas, de agua que pasa, que clama, que calma.
Palabras de hada, que empujen y abran: vacíos, tormentas, cerrojos.
Palabras ñeri que transiten escalones, y suban y bajen,
que acompañen, que apuesten:
que estallen vidrios fraguados, distancias virtuales.
Dos historias, una suerte, ningún éxito.
Un vacío pero no de espanto ni riqueza ni aburrimiento;
sí el silencio que llega después de la sorpresa,
la sorpresa que viene de la alegría,
la alegría que explota
tan inesperada
en mitad del aula.
... ¿te imaginás?: ¡Un millón y medio de margaritas lloviéndonos en la cabeza!
¿como cuánto es eso, eh?
Claro que recibo regalos.
Ob-vio.
Así que: vamos con esa.
-Es para vos -me dijo-. ¿Te gusta?
-No, gracias -contesté-. No me gustan las obleas. No sé qué explicación dio él respecto del regalo ni yo del desafecto. Pero lo cierto es que al otro día lo trasladaron a un pabellón lejano y anduvo como diez días sin venir a la escuela. En ese tiempo me pregunté cuáles eran los regalos que quería de ellos, y así es como armé esta lista.
Ni obleas
ni frases hechas
ni corazones.
Galletas saladas, aladas, de agua que pasa, que clama, que calma.
Palabras de hada, que empujen y abran: vacíos, tormentas, cerrojos.
Palabras ñeri que transiten escalones, y suban y bajen,
que acompañen, que apuesten:

al aire, y lo ganen
al todo y lo pierdan,
al miedo y empaten.
Palabras que abracen sentidos, lenguajes de afuera o adentroal todo y lo pierdan,
al miedo y empaten.
que estallen vidrios fraguados, distancias virtuales.
Dos historias, una suerte, ningún éxito.
Un vacío pero no de espanto ni riqueza ni aburrimiento;
sí el silencio que llega después de la sorpresa,
la sorpresa que viene de la alegría,
la alegría que explota
tan inesperada
en mitad del aula.
... ¿te imaginás?: ¡Un millón y medio de margaritas lloviéndonos en la cabeza!
¿como cuánto es eso, eh?
Claro que recibo regalos.
Ob-vio.
Así que: vamos con esa.